viernes, 2 de septiembre de 2011

La barca no se mueve. Algo la frena.

Esta vez pedirá más dinero. Mil dólares. El chico lleva desaparecido una semana y la familia está desesperada. Además, confían en él, por eso le llamaron al día siguiente.

La barca de Xon Liu es grande, una de las más grandes del pueblo. La compró hace tres años, cuando comenzaron los trabajos en la mina, quince kilómetros río arriba. La empresa ofrecía trabajo, comida, alojamiento y un sueldo demasiado alto en una época de mucha hambre. El primer mes se ahogaron cinco chicos.

La bolsa con la bebida ya está cargada. También la linterna, cuerdas, unos guantes y el abrigo por si al final hace frío. Son sólo seis kilómetros. Ir, recogerlo y volver. Hoy acabará antes.

La primera vez no cobró nada. Fue suerte, una casualidad. Recoger las redes y notar demasiado peso. Se había enganchado por un brazo. Llevaba tres días en el río. El accidente había ocurrido en la mina pero el cuerpo había bajado hasta allí, cerca de la presa. La idea vino después, cuando se ahogó el tercero. Ninguna familia dejaría de pagar por un hijo. No lo dejarían allí. El negocio estaba claro. Él encontraba los cuerpos y la familia pagaba por recuperarlos.

La linterna ilumina la orilla del río. Tiene que ser allí, donde le vio. El chico le había saludado y él se había acercado a hablar un rato. Por aquella época las cosas ya iban mal. La mina llevaba cerrada un mes y por tanto los accidentes habían acabado. Nadie se ahogaba. Nadie a quien “pescar”. Pero ahora estaba lejos del pueblo y el chico se había acercado lo suficiente. El sonido del golpe no llegaría hasta las casas. Sólo tendría que esconderlo y esperar unos días.

La barca no se mueve. Algo la frena. Xon Liu se gira e ilumina con la linterna. Debe haberse enganchado un remo. La luz ilumina una mano, unos dedos aferrándose al borde de la barca. Cae de espaldas, muerto de miedo. Aquellos dedos no son los de un vivo. A aquella mano le falta carne. Y esos ojos, huecos, sin globos oculares, que poco a poco emergen del agua y le miran, le son familiares, demasiado familiares.

Su cuerpo apareció a los pocos días, ahogado, con marcas en el cuello. Dicen que en su rostro se reflejaba el horror. Nadie volvió a pescar desde entonces. Y su barca, algunas noches, con una figura en su interior, se aparece en su embarcadero. Su familia tiene una deuda que pagar.

Javier Das.

Publicada en: Vinalia Trippers: Trippers from the Crypt

Me encanta esta historia y la forma de contarla, publicada en el Vinalia Trippers, para mí, una de las mejores y NO por que sea del Sr. Das...

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